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Catalogación de la obra

Nº Catálogo
2419
Fecha de construcción
01/01/1900
Tipología
Arquitectura
Denominación
Facultad de Bellas Artes - Edificio Gonzalo Bilbao
Agentes
Balbontín de Orta, Alberto (ampliación 1944)
Fecha de actuación
01/01/1900
Protección
El edificio cuenta con protección parcial, grado 1, en el catálogo del conjunto histórico de Sevilla del PGOU de 2006.
Cronología
Año 1900
Tema iconográfico
El edificio se localiza en el entorno de la Puerta Osario, en el límite Norte del primer ensanche de la ciudad de Sevilla hacia el Este. Se enmarca en un contexto fundamentalmente residencial, en el que el edificio universitario aparece aislado, si bien su posición pudiera ser coherente con el hipotético inicio de un eje cultural que atravesase el centro de Sevilla en dirección Este-Oeste, pasando por la sede principal de la Facultad de Bellas Artes en la calle Laraña, hasta llegar al Museo de Bellas Artes de Sevilla.

La evolución de la actividad constructiva en este emplazamiento a lo largo de más de un siglo es intrincada, por lo que una descripción al uso, basada exclusivamente en cuestiones tipológicas y materiales, resultaría necesariamente incompleta. En su lugar, una descripción basada en su desarrollo progresivo resulta más coherente con la complejidad del lugar, además de permitir revelar la coexistencia de elementos que por su proximidad y contaminación mutua resultan difíciles de distinguir.

El crecimiento del complejo se origina a partir de la vivienda unifamiliar y estudio del pintor sevillano Gonzalo Bilbao, a partir de la cual se realizan, consecutivamente, operaciones de reforma (1940), expansión periférica (1944), colmatación (1976), y reordenación (2006).

El origen es una vivienda de dos plantas, situada en una parcela de forma trapezoidal. La casa, de planta rectangular y cubierta a dos aguas, toma la estética del chalet suizo, en boga en la arquitectura residencial burguesa del cambio de siglo. Su fachada, construida en ladrillo visto, incorporaba el juego cromático de ladrillos de tonalidad ocre y rojiza formando bandas horizontales alternas, separadas por hiladas rehundidas. En estos muros se recortan los huecos, de generosas dimensiones, que quedan enmarcados por molduras de ladrillo aplantillado que forman el dintel y la parte superior de la jamba, y se recogen en canecillos de cerámica.

En el perfil de la casa destaca la cubierta a dos aguas, construida con pares y correas de madera que vuelan sobre el perímetro de los muros, así como la crestería metálica que se coloca en su borde. Estos elementos dotan de un carácter exótico a esta arquitectura, que hoy día resulta difícil de apreciar debido al abigarramiento de edificios que la rodean.

Anexo al Norte de la vivienda, se situaba el espacio de trabajo del pintor, con un estudio iluminado cenitalmente a través de una montera. Este espacio quedaba marcado por la riqueza del artesonado que sostenía la galería superior de cubierta, apoyado en finos pilares metálicos en las esquinas. La reforma de la casa, en 1940, estuvo destinada a crear el espacio necesario para cuatro estudios, y se centró fundamentalmente en la transformación de la planta baja de la casa, que fue vaciada para construir un gran estudio, que abre grandes huecos hacia el Norte y que resulta diáfano gracias al empleo de vigas de gran canto. El entrevigado de madera que se incorpora a esta solución estructural resulta de especial interés.

La expansión de la sede original en la casa de Gonzalo Bilbao, gracias a la expropiación de edificios colindantes, se desarrolló en la periferia de la manzana en la que se encontraba la residencia original. Solamente quedó libre un espacio ajardinado, que ocupa el cuarto Sureste de la manzana, en el que se puede apreciar el cerramiento original de la finca de Gonzalo Bilbao, con machones de ladrillo coronados con arquillos decorativos, entre los cuales se levantan paños de muro que impiden la percepción del jardín desde el exterior. Solamente el acceso original a la finca conserva un fragmento de la verja de forja, para la puerta principal y los dos tramos de cerramiento anexos. Este espacio se encuentra poblado con mobiliario para su uso como espacio de encuentro, preparado para el disfrute de la abundante vegetación, en la que destacan por su porte, tres grandes palmeras y tres jacarandas.

La principal atención representativa de esta ampliación se centra en la esquina a las calles Arroyo y Gonzalo Bilbao. El encuentro entre ambas se recorta en chaflán, para situar en él la portada del edificio. Ésta se desarrolla, como el resto de la totalidad de la edificación, en dos plantas, y los huecos que en ella se abren se resuelven mediante dinteles de traza curva rebajada. En la planta baja, a ambos lados de la puerta se coloca un par de columnas toscanas sobre plinto. Cada pareja de columnas comparte también el breve entablamento con triglifos y gotas, y se unen a la otra pareja de columnas a través de la cornisa, que sirve de balcón al hueco de la planta primera.

De los extremos de esta cornisa arranca el frontón, que se interrumpe en el plinto de cada una de las columnas que, a un lado y otro de este hueco, continúan el eje de las columnas interiores de cada pareja en la planta baja. Estas columnas, jónicas en sus capiteles, se unen mediante un entablamento y cornisa, del que a su vez arranca un nuevo frontón que vuelve a partirse para la colocación de un escudo, entre pequeñas pilastras que sostienen cornisa y friso completos. Tres acroteras coronan el frontón.

Franqueada la portada, un vestíbulo organiza los recorridos, que se desarrollan en pasillos paralelos a las dos fachadas y desde los que se accede a las estancias de administración, que abren sus huecos hacia la calle. Las dos alas se distinguen exteriormente por la composición de sus fachadas, con un reparto regular y constante de ventanas en planta baja sobre zócalo, y de balcones en planta primera, con barandillas sencillas de forja, apoyados en una breve cornisa continua. Una cornisa de mayor espesor remata ambas fachadas, y sobre ella se levanta el pretil de la azotea de cubierta.

Al extremo del ala Sur, al encontrarse con el espacio abierto del jardín, esta fachada cambia de orientación hacia el Norte, así como de criterios compositivos. La plana baja es una superficie lisa en la que se recortan los huecos y puertas de acceso al patio, mientras que la planta primera adquiere condición de loggia abierta a través de arcos de medio punto hacia el jardín. La altura de esta fachada, así como la posición de sus cornisas, no varía respecto a la de la calle. En el contacto con la antigua casa, esta composición gira hacia el Este, adoptando una dirección paralela a la calle José Laguillo y deteniéndose hasta haber envuelto completamente el estudio original de Gonzalo Bilbao.

Es en la ampliación del conjunto hacia esta calle donde se revela un carácter más pragmático y fabril del edificio. Se trata de una extensión de los espacios de estudio, que con una planta en “L” abraza a la casa de Gonzalo Bilbao, disponiendo el vértice de la L en la esquina de las calles José Laguillo y Amador de los Ríos. Las fachadas de esta ampliación son absolutamente sobrias, construidas en ladrillo visto en grandes paños en los que se recortan, en planta baja y primera, grandes huecos con carpinterías metálicas, por los que entra abundante luz a los estudios interiores. Éstos son salas diáfanas sin pilares intermedios en sus dos plantas. En la fachada Este se abren, además, ventanas de menor tamaño, de proporción cuadrada, para la iluminación interior de estancias menores. La fachada Norte, hacia la calle José Laguillo, cuenta con cuatro de estos grandes huecos en cada planta. Como detalle compositivo, a eje de cada hueco se interrumpe el pretil de la azotea de cubierta, introduciéndose una barandilla de vidrio y perfiles metálicos.

Ocupando el espacio interior de planta triangular delimitado por las dos crujías paralelas de las calles Arroyo y Gonzalo Bilbao, y la propia fachada frontal de la casa de Gonzalo Bilbao, se sitúa la biblioteca de la Facultad. Su acceso a través del corredor de la calle Arroyo conduce a un vestíbulo, desde donde se aprecia la estructura en peine de las bandejas que, en un nivel superior, conforman la sala de lectura, por encima del depósito de libros que se mantiene en la planta baja. Estas bandejas están apoyadas en pilares metálicos de sección cuadrada, que permiten aligerar la ocupación de un espacio abigarrado. Además del juego espacial entre los diferentes niveles y la continuidad de las vistas, es de destacar ciertos aspectos, como la traza semicircular de la escalera principal y el empleo de perfiles metálicos de sección circular para resolver las barandillas de las plataformas superiores. El espacio se cierra con una cubierta en dientes de sierra, que permite la entrada de luz del Norte al interior.

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Centro
Facultad de Bellas Artes
Autor catalogación
Gonzalez Martinez, Placido
 
 
 
 
 
 

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